jueves, 25 de abril de 2024

"LA FAMILIA DE VILLAR". Un cuento de Luis Mateo Díez, Premio Cervantes 2023

La familia de Villar vino a mi pueblo dos meses antes de que llegara el agua. El padre se llamaba Antonio, la madre, Enedina, y los hijos, Benito y Clara. Arrendaron seis hectáreas del secano pedregoso cerca de la carretera de Villamaniel y compraron una casa de adobe que estaba a las afueras del pueblo.

Era una casa abandonada, de las que se emplean para almacenar la paja y guardar mulas. Trabajaron en ella hasta componerle las paredes, la retejaron y dividieron la vivienda con tabiques de ladrillo. Estuvieron casi un mes dedicados a la obra. Antonio y Benito aunando las labores de albañilería con el trabajo de la tierra: la limpieza de cardos y cenizales, el aricado de las hectáreas yermas, donde la rastrojera antigua había dejado el vicio de las sebes y la retama hasta colmar el abandono en un color pajizo entreverado por las ronchas de matojo y amapolas. Enedina y Clara recalando los tabiques y el adobe, amasando el cemento y acarreando los ladrillos desde la tejera de Villamaniel.

El encalado lucía en las paredes derechas, las tejas formaban una comba casi vertical, y bajo el corte de los aleros un canalón de aluminio salvaba el agua de la lluvia, derivando a los lados las escorreduras y preservando la fachada.

Para entonces la familia ya era conocida en el pueblo con el nombre de Villar y se les miraba con la simpatía que reporta el trabajo bien hecho.

El rastrojo de sus hectáreas tenía el aspecto limpio y acabado y la tierra estaba abierta con un sudor distinto, preparada para la siembra y aguardando el agua.

Benito y Clara vinieron a la escuela y se ganaron enseguida nuestra amistad. No eran aquellos muchachos taciturnos y lejanos del principio, cuando la labor les tenía atados desde el amanecer a la noche. Jugábamos mezclados por el vacío de las eras, correteando hasta la huerga y las norias, o nos sentábamos en el cemento del canal tirando piedras al hondón de aquella brecha tan larga, que un día no lejano nos traería el agua desde el pantano de Los Barrios.

A Benito le llamábamos Villar, como los hombres a Antonio. Y a Clara la Villarina, como las mujeres a su madre.

El Villar de los Barrios había sido su pueblo en la montaña, uno de los que las aguas del pantano anegaban al ser embalsadas. La familia era de las pocas que bajaron al páramo dispuestas a establecerse en las tierras nuevas, coma se llamaba al erial empobrecido de nuestra llanura, que habría de transformarse con la promesa del regadío. CONTINUAR LEYENDO

miércoles, 24 de abril de 2024

"SÉ TODOS LOS CUENTOS". Un poema de León Felipe recitado por Daniel Blanco y cantado por Aguaviva


Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.

"ESE OBJETO REPLETO DE PALABRAS". Un artículo de Pilar Adón, Premio Nacional de Narrativa 2023 (El País 23 ABR 2024)

Son muchos los cantos de sirena que incitan a abandonar el libro en pro de la orgía tecnológica

Una persona que lee libros es una persona sospechosa. Y cuantos más libros lea, más sospechas despertará. Soy consciente de que un texto como este va destinado a incondicionales de la lectura. Simpatizantes y lectores habituales de libros que, como yo, no se sienten sospechosos en su día a día. Pero cambiemos la perspectiva, giremos el punto de vista y centrémonos en la imagen que ofrecemos cuando leemos un libro en el metro, en un avión, por la calle a veces, en una cafetería, rodeados del bullicio habitual, las voces que no paran porque han de anunciarnos la próxima parada, el precio de la consumición, el contenido del audio de WhatsApp que escucha su receptor y de paso todos los que le rodean. ¿No estamos cometiendo un acto de rebeldía que roza la ofensa? ¿No nos estamos declarando habitantes de un mundo aparte? En la conferencia segunda de Elizabeth Costello, de J. M. Coetzee, la protagonista, que es escritora, se embarca en un crucero en el que ha de dar una charla y mezclarse con los pasajeros porque la pagan por eso, y en el transcurso del viaje conoce a otro escritor invitado que explica que cuando alguien empieza a leer ante él es como si levantara un letrero en el que pusiera: “Dejadme en paz. Lo que estoy leyendo es más interesante de lo que puedes ser tú”. Para él el libro actúa como escudo, arma defensiva que, como tal, protege a quien la usa, pero también ataca. Entre otras razones porque el libro es silencio para los demás. Solo le habla a quien lo lee. Y ese momento de intimidad que se produce a plena luz del día, en que un ser humano lector y un objeto repleto de palabras se funden en una única forma, bajo una envoltura invisible que genera una unión que se diría sensual y al tiempo intelectual, sin duda apasionada y profunda, desconcierta por lo inabordable y lo secreto.

Son muchos los cantos de sirena que incitan a abandonar tal onanismo lector en pro de la orgía tecnológica. Esa evasión en apariencia más directa y espontánea. Más global. Más solidaria y más del ahora, hasta el extremo de que se diría que rejuvenece. Leer es de ancianos; al navegar, en cambio, alzamos el pendón de la eterna juventud. La propia literatura está repleta de ejemplos de lectores aprensivos, decaídos, molestos, cuando no directamente peligrosos. El Casaubon de Middlemarch; Holden Caulfield; la Annie Wilkes, de Misery, por no hablar de nuestro Quijote o del Jorge de Burgos de El nombre de la rosa. En cambio, ahí tenemos esas cándidas imágenes de influencers que brillan, literalmente, mientras nos hablan de lo mucho que viven y disfrutan, animándonos a un deslumbramiento continuo en nuestra libertad de ejercer un scroll infinito.

Sospechosos somos, pues, para los integrados. Pero, manteniendo el tono de ironía, dirijámonos a los apocalípticos y veamos que nada hay nuevo bajo el sol. Leemos en el Eclesiastés: “De algunas cosas se dice: “Mira, esto es nuevo”. Sin embargo, ya sucedió en otros tiempos, mucho antes de nosotros”. Ninguna de las variadas adicciones atribuidas a los recientes sistemas de captación de atención es novedosa para los lectores de libros. Veamos algunos ejemplos: lo primero que hacemos al levantarnos y lo último que hacemos antes de dormirnos es mirar el móvil, se nos dice, y respondemos: lo mismo que con un libro. La ansiedad que se genera ante lo limitado de nuestra atención frente a tanta información está directamente relacionada con la que nos entra al pensar en la cantidad de libros que hay por leer y la certeza de que no los abarcaremos nunca. La falta de escucha en cenas familiares, encuentros con amigos, cuando se mira el WhatsApp o los privados de Instagram y nos perdemos parte de la conversación ocurre igualmente al comprender de repente alguna trama de la novela que estemos leyendo o escribiendo. Se acusa a los incondicionales de las redes de que lo que acontece en su móvil les resulta más interesante que lo que tienen al lado; nada original, de nuevo: lo que nos cuentan los libros siempre nos ha parecido más fascinante que lo que sucede a diario, e incluso sentimos que conocemos mejor a los personajes clásicos que a muchos de nuestros familiares. Más casos: se advierte del peligro de vivir encerrados en un mundo digital que no es el auténtico y que nos hace perder el contacto con lo que nos rodea. En el caso de los lectores de ficción, podríamos ir incluso más allá: somos conscientes de que los personajes ni siquiera existen. Al menos los titulares con que nos bombardean las redes se refieren a la realidad, están conectados con ella, hablan de seres que no son pura invención. Se nos avisa también del fenómeno de cámara de eco que nos hace encontrar solo contenidos afines a nuestros gustos e ideas, mensajes que nos refuerzan a la vez que nos aíslan gracias al filtro burbuja, que nos sumerge en un bucle de información sesgada, momento en que los lectores de libros pensamos en cómo uno nos lleva a otro y en los muchos que nos perderemos por las tendencias, las apetencias y necesidades del momento, la orientación de los demás.

Ya la propia invención de la imprenta despertó todo tipo de sospechas, por no hablar de ocasiones como la del acceso de las mujeres a una lectura libre sin la supervisión de un hombre que decidiera qué sí y qué no. En cualquier caso, y visto que somos sospechosos desde una perspectiva y desde la contraria, tras este peculiar planteamiento de tesis y antítesis, pasemos a la síntesis: si hay algo que los nuevos sistemas de entretenimiento masivo no pueden ofrecernos es esa facultad del alma, como dice el Diccionario de la Lengua Española, que nos saca de lo inmediato, nos transforma, nos hace empáticos y nos permite realizar las actividades creativas que nos caracterizan como especie: la imaginación. En palabras de Einstein: “La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado y la imaginación da la vuelta al mundo”. Somos seres fabuladores y frente a las imágenes impuestas, que son como la comida rápida, que aplaca el apetito un rato pero no nutre en condiciones, generamos las mentales gracias a una imaginación que se alimenta, como es bien sabido, de lo que hemos leído en los libros. Frente a la tiranía de la inmediatez, el libro aguarda. Frente al entretenimiento digital, que nos cae de arriba abajo, que no pide ni espera nuestra participación, el libro demanda un diálogo constante, una creación mancomunada. Somos los lectores quienes le otorgamos el poder al libro. Así, el autor propone y el lector dispone. El libro es el gran exponente de la tecnología robusta: está hecho para durar, no necesita variaciones, ha demostrado su resistencia frente a todo tipo de modificaciones sociales, políticas, ambientales… No se le puede pedir mayor rendimiento a un dispositivo de tan reducidas dimensiones, que no necesita enchufes ni batería ni pantallas antirreflejantes y que es capaz de trasladarnos a otros universos. Además, goza de autoridad, particularidad nada desdeñable en tiempos de terror a lo falso. Como enunció Pardo Bazán, “queda lo escrito, todo lo demás no queda”.

lunes, 22 de abril de 2024

"TERTULIA LITERARIA / CLUB DE LECTURA DIALÓGICA EN LA PRISIÓN DE ZABALLA (ÁLAVA)"

Durante este curso ha seguido funcionando la Tertulia Literaria de la Prisión de Zaballa. A partir del mes de setiembre, todos los martes a las cinco de la tarde nos hemos juntado para dialogar sobre las páginas de los libros que habíamos decido leer para esa semana. 

Como en años anteriores, el Club de Lectura ha ido cumpliendo sus objetivos. Hemos leído y hemos dialogado con entusiasmo y, a veces, con pasión, sobre aquello que las palabras despertaban en nosostros.

Estos son algunos de los libros sobre los que hemos dialogado:

  • Palmeras en el cielo, de Luz Gabás.
Un texto que contrapone dos mundos: el del colonizador español y el del colonizado guineano. Dos esferas que vivven, más que conviven, bajo el signo de la desigualdad. Dos miradas que no llegan a comprenderse. Vidas, que en ocasiones se cruzan sin llegar a mezclarse. Todo un panorama humano que no deja de retarnos a los que estamos o hemos estado en una posición de dominio.
  • El secreto de Spinoza, de José Rorigues dos Santos.
No es fácil acercarse al gran filósofo Baruch Spinoza, una figura fundamental en el pensamiento de su época y, sobre todo, de los siglos posteriores hasta la actualidad. Pero este libro, aprovecha su tránsito por la vida de Spinoza para hacer una muy interesante divulgación de su pensamiento. Es un libro que nos llegó muy hondo, que nos hizo reflexionar y que provocó diálogos profundos sobre la vida y su trascendencia.
  • Los salvajes, de Sabri Louatah.
Esta es una obra que consta de tres volúmenes. En nuestro caso sólo leímos el primero, ya que no teníamos, entre otras cosas, dinero para adquirir los otros dos, y creemos que fue suficiente. El libro nos presenta la vida de una familia argelina que emigró a Francia. La gama de personajes que conforman un clan familiar nos va introduciendo en las distintas vivencias de la emigración y en las miradas y relaciones que se establecen entre emigrantes y autóctonos, así como las que los propios emigrados proyectan sobre sí y sobre la tierra que dejaron. Un libro que sacó también nuestras visiones sobre la inmigración y, sobre todo, sobre las personas que son las verdaderas protagonistas de la misma.
  • Un caballero en Moscú, de Amor Towles
Al protagonista, un aristócrata ruso, los bolcheviques, por escribir en su tiempo un poema subsersivo, le conmutan la pena de muerte por una arresto perpetuo con libertad de movimientos dentro del establecimiento en la buhardilla del hotel donde está hospedado. Ahí vivirá durante más de tes décadas de una forma muy particular, tal como es él. Sin embargo, el espacio restringio no logrará acotar su vida, que se verá trufada por historias con personal del hotel así como con distintos huéspedes. Con estos mimbres, el libro nos llevó a dialogar sobre la propia vida y vivencia del protagonista, así como acerca de las distintas experiencias y relaciones que se dan en su vida.
  • La sonrisa etrusca, de Javier Sampedro
Es el libro que estamos leyendo en la actualidad. Es un texto que nos ha enganchado desde el principio. Una gran obra que nos despierta -gran logro del autor- distintas emociones y visiones de la existencia mientras contrastamos las diferentes visiones del mundo rural y urbano, así como la posibilidad de transformación frente al fatalismo que nos inunda en la actualidad.

BILIOTECAS HUMANAS

Un último apunte sobre esta actividad que los miembros de la Tertulia vienen preparando desde hace algunas semanas. Nuestro objetivo es poder celebrar una sesión de Bibliotecas Humanas dentro de la prisión a finales de mayo o principios de junio. Los libros humanos serán, como no podría ser de otra forma, internos e internas de la prisión. Pero de esto ya os informaré en otra entrada.

domingo, 21 de abril de 2024

"LOS PAÍSES IMAGINADOS. La realidad está enferma y necesitamos el elixir de la literatura". Un artículo de Gustavo Martín Garzo (El País, 17 ENE 2013)

La atención a lo real, dice Hannah Arendt, es una forma de virtud. Pero ¿qué es lo real, a qué nos obliga esa atención? ¿Tiene sentido en los tiempos que corren contar, por ejemplo, un cuento de fantasmas, hablar de anillos que dan la invisibilidad, de miembros que siguen viviendo separados de sus cuerpos, de amantes que, como en la bella película Sueño de amor eterno,se encuentran en sus sueños? ¿De qué nos sirve escuchar historias así? Aún más, ¿prestarles atención no es una forma de evitar nuestro compromiso con una realidad que no deja de reclamarnos? El mundo se ha vuelto tan doloroso y sus problemas tan acuciantes que nos parece que esas historias, por muy bellas que puedan parecer, poco o nada tienen que decirnos.

Tenemos hambre de realidad porque todo se ha vuelto extraño e irreal. Por eso pedimos a los libros que nos hablen del mundo en que vivimos y nos ayuden a entenderlo. Sin embargo, más allá de los problemas concretos que nos acosan, y que tienen que ver con las injusticias y los abusos que se comenten cada día, los hombres y mujeres actuales siguen asistiendo al nacimiento de los niños, se pierden en los laberintos del amor, visitan en sueños lugares incompresibles, conversan en secreto con los muertos, se sienten interrogados por la mirada de los animales. ¿Por qué los libros no deberían hablar de todo esto? "Sabes tanto de mí y no me comprendes, escribe Antonio Porchia. Saber no es comprender. Podríamos saberlo todo y no comprender nada".

El hombre vive en la materia y necesita la ciencia para comprenderla y la técnica para transformarla; pero vive también entre representaciones y para comprenderse a sí mismo y a los demás necesita historias que le pongan en contacto con lo más oculto y postergado de sí mismo. Todo es doble en nuestro corazón. Vivimos entre la razón y la locura, entre el principio del placer y el principio de realidad, entre el mundo del doctor Jekyll y el de mister Hyde, que no tiene por qué ser necesariamente un malvado. Mister Hyde representa lo excéntrico, lo que no cabe en el mundo real. La literatura debe hablarnos del doctor Jekyll y del mundo que le rodea, pero sería incompleta si no lo hiciera a la vez de mister Hyde, de su deambular en la noche, de sus extravagancias y, por qué no, de sus ocultas delicadezas. De esos otros que también somos y de los asuntos peligrosos en que tantas veces andamos metidos. CONTINUAR LEYENDO

sábado, 20 de abril de 2024

"LA VIEJA MENTIRA: (Morir por la patria no es dulce ni honroso)". Un poema de Wilfred Owen

Doblados como viejos mendigos bajo bolsas,
chocando las rodillas y tosiendo como viejas, maldecimos a través del lodo
hasta darle la espalda a las condenadas bengalas
y empezar a arrastrarnos a un descanso remoto.

Los hombres marchaban dormidos. Muchos ya sin botas
cojeaban calzados de sangre. Todos patéticos, ciegos todos,
ebrios de cansancio, sordos incluso a los silbidos
de proyectiles decepcionados que caían más atrás.

¡Gas! ¡Gas! ¡De prisa, chicos! En un éxtasis de torpeza
nos calamos torpes cascos justo a tiempo;
pero alguno seguía pidiendo ayuda a gritos tropezando
indeciso como un hombre ardiendo en llamas o cal viva.

Borroso tras los vidrios empañados y a través de aquella verde luz espesa,
como hundido en un mar verde, lo vi ahogarse.
En todos mis sueños, ante mi vista indefensa,
Se abalanza sobre mí, se atraganta, se ahoga, se apaga.

Si en algún sueño asfixiante también pudieras seguir a pie
la carreta donde lo arrojamos
y ver cómo retorcía los blancos ojos en la cara,

una cara colgante, como un diablo harto del pecado;
si pudieras oír, a cada tumbo, la sangre
vomitada por pulmones de espuma corrompidos,
obsceno como el cáncer, amargo como pus
de viles llagas incurables en lenguas inocentes,–

Amigo mío, no contarías con tanto entusiasmo
a los niños que arden ansiosos de gloria
esa vieja mentira: Dulce et decorum est
Pro patria mori. 
(Dulce y honroso es morir por la patria. Horacio)